A lo largo de la historia de la humanidad hemos sido capaces de documentar un progreso. Progreso al cual llamamos evolución. La misma se basa en la adaptación de una especie para sobrevivir a ciertas amenazas a las que están expuestas. A pesar de que esto suena bien, no creo que este sea el tipo de evolución que hemos visto desde los principios de los tiempos.
Antes de que existieran los humanos habían pedazos de tierra cubiertos por vegetación. Árboles, arbustos, palmas, etc., que servían de alimento para muchas criaturas herbívoras que a su vez, servían de alimento para las criaturas carnívoras. Criaturas carnívoras que al morir (ya hubiera sido de vejez, por un accidente o alguna pelea territorial con otro ser) servían de alimento a criaturas carroñeras las cuales se alimentaban de sus restos y lo que dejaban era consumido por el reino fungi, que se encargaba de descomponer hasta el último pedazo de carne y devolverlo a la tierra en forma de nutrientes. Este ha sido siempre el proceso de la vida, solo que ha cambiado un poco desde la llegada de los humanos hasta el presente.
En la película Baraka, a la que haremos referencia en el día de hoy, podemos ver la belleza de la naturaleza. Terrenos virgenes, montañas, cuerpos de agua, bosques, entre otras bellezas naturales que no han sido tocadas por el hombre expresadas en su belleza más pura. Poco después vemos la integración del ser humano a la naturaleza. Esta integración es una llena de paz y armonía entre el hombre y la naturaleza misma, puesto que, el hombre sigue el ciclo mismo de la naturaleza. Esta integración tan armoniosa donde el humano tiene una relación de respeto por lo que lo rodea, y no solo eso, si no que también le muestra gratitud, es una de las relaciones más puras que jamás haya existido. Después de un tiempo comienza la evolución. Ya los humanos no se conforman con ser parte de este ambiente natural y creen que lo mejor es destruirlo para obtener más territorio. Aquí comienzan a construir pueblos que luego se convierten en ciudades, ciudades que se componen de caminos entre miles de cajas iguales llamadas hogares. En las mismas no puedes ver ni la más mínima huella de la naturaleza. Aquí mismo es donde comienza la industrialización. Esta constante necesidad de control, de poder que tienen los humanos les lleva a crear grandes industrias, grandes fábricas, donde su único propósito es ganar dinero, explotando los recursos naturales que tenemos. Hay tres escenas muy importantes que creo que es importante remarcar en este punto. La primera es la tala del árbol, la segunda es la extracción de los recursos minerales, y la tercera es la explotación de los pollitos. En estas tres escenas se puede ver cómo la avaricia de los humanos es capaz de cegarles y no dejarles ver, no solo la destrucción y el dolor que causan con cada una de sus acciones, si no que a su vez, las consecuencias que estás traen a corto y largo plazo.
En síntesis, esta necesidad de estar en el mayor rango de poder de los humanos nos están llevando a una destrucción inminente de la que se nos ha hablado por décadas y muchos aún ignoramos. Es una pena que el ser humano piense que para tener poder debe realizar estos actos de violencia para su beneficio mientras causa la muerte sacrílega de la naturaleza que no ha hecho nada más que brindarnos todo lo que tiene para que vivamos en completa armonía con ella, y es así como le agradecemos.
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